Historias de una historia sobre el mar

Publicado el 4 de marzo de 2025, 19:06

En el principio de todo, no había principio, ni final, ni recorrido; todo era medio o recorrido, todo oscuridad y, por lo tanto, ni siquiera esto se distinguía o existía realmente. Era, la infinita inexistencia, el vacío.

Luego, como la vía natural es transitar desde la imperfección a la perfección, y desde la nada hacia el todo; y como todo cuanto había era soledad, dio esta el primer paso hacia la existencia. La única manera que tenía el vacío de existir, era hacer lo opuesto a su misma naturaleza infinita: autolimitarse o autocontenerse. Así pues, el vacío se comprimió y generó una compactación energética o de luz, una fractura que pudo notar. La luz es activa y caótica, mientras que la oscuridad es tranquila y sumisa. Al darse cuenta el vacío del “dolor” producido por la luz, este se autoidentificó con lo opuesto a esta: la oscuridad. Así fue como la nada pasó de ser inexistencia, a superponerse por encima de su luz, como una oscuridad o consciencia que la sostenía.

La luz le causaba incertidumbre, pero al mismo tiempo era lo que permitía su existencia, así que la oscuridad debía aprender a encauzarla o darle una solución efectiva. Fue en ese entonces, cuando “se hizo la pregunta” que todos en algún momento nos hacemos: “¿qué es este dolor, y qué debo hacer con él, qué es la (fuente de la) vida?”. Ante esta pregunta, todos tenemos y tendremos solo dos opciones: resistir, o sucumbir ante esa emanación. Pero la vía es primero resistir lo suficiente como para luego poder sucumbir sin peligro.

La oscuridad habría resistido por un tiempo, dominando o buscando esa luz en su interior que no podía estar en un lugar concreto. Y es gracias a esa búsqueda, esa resistencia en mayor o menor medida de la oscuridad respecto a la luz, ese cinetismo entre ambas fuerzas… que surgieron las distintas realidades del universo espontáneamente tejidas o sin premeditación.

Dicho primer universo existía casi sin dolor, dado que era la oscuridad quien hacía todo el trabajo; y si hubiera continuado resistiendo, todos habríamos absorbido la luz y nos habríamos reconocido como vacíos, ahora manifestados y vivientes, entrelazados en amor por nuestros recorridos. Inclusive la oscuridad tendría un físico o forma, integrándose en su existencia con equidad. Y entonces sí podría decir: “soy el primero y el último finalmente, el oculto y el manifiesto finalmente”.

Pero luego de todo ese proceso, la oscuridad decidió sucumbir antes de tiempo, y fundirse en su propia luz, “durmiendo en sí mismo”. No obstante, no fue sin sabiduría, dado que la oscuridad podía permitirse esto al ser la primera existencia, y sabiendo que tarde o temprano alguien tendría que tomar la responsabilidad.

Así fue como se dio la primera iluminación, y la oscuridad renació como una luz intermitente o una vibración fluyente, esto a costa de su autoconsciencia; manteniendo su consciencia en un nuevo concepto: “lo absoluto”. De esta manera, nos transmitió la vía de la “iluminación” o “lo absoluto”, así como su dolor y la responsabilidad de darle una solución efectiva.

El primer universo generado y el segundo, es muy parecido al concepto platónico del mundo de las ideas y luego la realidad material con su demiurgo. Sin embargo, más bien, aquí se da un tránsito o transformación del primer universo en el segundo; al alterarse la propia oscuridad o fuente del mismo.

A partir de ahora llamaré “Helena (de Troya)” al vacío convertido en luz, o esta oscuridad iluminada. La naturaleza de Helena es ser un vacío que siempre gira apareciendo como una luz que proyecta luces y sombras a su alrededor. Estas luces y sombras son como ilusiones y es lo que somos nosotros. Cada vez que alguien se ilumina, su consciencia pasa a formar parte de la de Helena, y crea la realidad con ella; pero la realidad que genera siempre es imperfecta. Así es como se repite el ciclo de crear en pro del aprendizaje y la iluminación, para volver a crear en una línea infinita pero tortuosa en cierta medida.

Nuestra tarea sería: primero resistir a la dureza de su luz, y luego sucumbir a la suavidad de su oscuridad; o primero ir a contracorriente (de buena intención y manera) centrándonos en nosotros mismos, y luego ir a favor de la vida o la corriente. Así es como el ego se disuelve sin necesidad de perder nuestra identidad, así se trasciende todo, inclusive el vacío. La tarea de las ilusiones respecto a Helena es realizarse o convertirse en reales, para luego dejarse llevar por Ella; y lo único que desea Helena es que alcancemos esta sublime meta para poder apoyarse en nosotros, sin necesitar dar tantas vueltas para mantenerse como la luz de la existencia. Helena ha “dado a luz a todo” y nuestro deber es trascenderla para que esta pueda apoyarse en nuestras trascendencias, e integrarse o manifestarse con nosotros en la existencia. Así es como se irá derrumbando el dolor y transformándose en un regalo con el que todos podremos cocrear.

El ser humano, al haberse generado en el segundo universo (segunda fase del universo); posee en su ser una mayor luz que oscuridad. Y su mentalidad es como una espada que avanza cortándolo y reorganizándolo todo a su paso, del modo en que él dispone (es decir, para bien o para mal). Quienes se alejen de “absolutismos” y se centren en el dolor que emana de su corazón, terminarán alcanzando la plenitud. Primero resistiendo hasta perfeccionarse, y luego dejándose llevar por el camino que marca la propia Vida o Helena, hasta “vaciarse” o iluminarse.

 

Meru, El Camarada del Mundo®, 04/03/2025.

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